sábado, 5 de agosto de 2017

La estrella que más brilla

A mamá le gustaba nadar en el mar. Ella me contagió ese placer. Sentada en la arena, de repente se levantaba, se metía en el agua con decisión y nadaba sin mirar atrás. Cuando ya no la distinguíamos, se paraba, «hacía el muerto», bien para descansar, bien para pensar en soledad, bien para no pensar. Y volvía. «El agua está muy buena», nos decía, el agua siempre estaba muy buena para ella.

Ahora me gustaría nadar y, sin embargo, no me atrevo, no me atrevo a entrar en su mar, no estoy preparada, todavía no.

En unos días iremos a lanzar sus cenizas al mar, eso sí, en una urna biodegradable. Y esto me ha hecho pensar en cómo quiero morir.

1. No me gustaría una misa, un cura que no sabe nada de mí, qué va a decir... Sí, soy católica, me bautizaron, hice la comunión toda mona y hasta quise hacer la confirmación. Y, aunque no me haya casado y viva «en pecado», sí creo que hay algo, no sé si será un Dios o de qué religión será, pero es algo a lo que necesitamos aferrarnos y hablarle cuando perdemos toda esperanza y necesitamos consuelo. Sé que es algo infantil creer en el cielo, pero me gusta pensar que mamá está allí arriba y hablar por las noches con la estrella que más brilla.

2. Sí me gustaría un velatorio, ahora que he comprendido lo que es. Que puedan venir las personas que me querían, solo ellas, y que puedan despedirse de mí. Ellas lo necesitan, lo he podido comprobar. No me gustaría que viniera nadie por cumplir o con prisas o para romper la cabeza a mi familia, por favor, NO. Saben, los que me conocen, que yo soy una persona a la que le gusta la tranquilidad, la transparencia y la autenticidad, así me gustaría que fuera mi despedida de este mundo. Un caja sencilla y cerrada, llena de las flores que más adoro, los tulipanes, mis preferidos son los naranjas, pero ojalá hubiera de todos los colores. ¡Un bello jardín de tulipanes! Y que me recordaran sonriendo, en vida, porque sí, he tenido una vida feliz, que no es fácil.

3. Sí me gustaría que cada persona que se quisiese despedir de mí me escribiera unas palabras con un recuerdo en una cartulina de color. Y que estas cartulinas de colores me acompañaran en mi viaje al otro mundo.

4. Y por último, que mis cenizas fueran enterradas en mi jardín. Sí, enterradas, el mar ya está bastante contaminado. Y que con ellas se plantara un ginkgo biloba. Que ese día se celebrara la vida, la vida de un nuevo ser vivo y la vida de todos los que quedan, en especial de mi familia, de mi querida familia.

Y ahora, pensando en la muerte, me han entrado todavía más ganas de vivir, y de escribir, y de viajar. Conocer esos países en los continentes que empiezan por A, esos que me pide el alma. Uno es México, otro es Japón y otro es Sáhara. No quiero morir sin sentir el desierto del Sáhara, esa tierra que antes fue MAR.

© Texto: Virginia Romera Calleja
© Foto: Carlos Durán Lopez

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